Orlebar Brown - Verano 23: entrevista con la directora y fotógrafa Marie Schuller
Hola, Marie. Bienvenida. «Flights of Fantasy» es la colección de verano 2023. Gira en torno a las ideas de lo original y lo inesperado. Un lugar de fantasía, imaginación y ensueño. Salen personas animosas, pioneras, románticas y despreocupadas que reinventan adónde van y quiénes son, se olvidan de la razón y siguen el corazón.
Marie, ¿puedes contarnos cuál es la inspiración de la saga de películas de «Flights of Fantasy» y cómo surgieron las ideas que reflejan la línea de la colección?
Lo que más me impresiona de la marca OB es que cuenta verdaderas historias. Esto me parece único e inspirador. Las prendas no son solo para vestir, sino que tienen una historia, una esencia escapista y transformadora. OB crea mil tramas en cada colección, que consolida con la forma en la que habla de las prendas. Sabe instintivamente qué personalidades llevarían determinadas prendas, qué estampados encajarían en ciertos entornos y qué diseños representan emociones concretas.
Como directora, esto es muy útil porque sienta las bases y me permite desarrollar un guion con parámetros fieles a la marca. Es mucho más eficiente entrar en un proyecto con una conversación franca sobre lo que significa la ropa que con la perspectiva comercial más tradicional, que a menudo impone conceptos restrictivos incluso antes de aceptar el proyecto, con guiones que no aprovechan nada mi estilo ni mis puntos fuertes. En ese sentido, OB es único. Su confianza y sinceridad han sido decisivas en nuestra colaboración. Nos permite a todos inspirarnos, sugerir cosas absurdas y presionar. A veces, incluso ir demasiado lejos para luego rectificar. Y, por último, establecer una narrativa que sea fiel a la colección.
Al principio, jugamos con varias ideas. Entre ellas, sirenas varadas y detectives de los ochenta. Exploramos de forma extravagante los elementos de evasión de OB, hasta que terminamos por elegir temas mucho más puristas: la sensación de opulencia y libertad de conectar con otras personas y con la naturaleza. La película puede incluir escenas dramáticas e imágenes impactantes, pero, si la analizas, trata sobre emociones humanas muy simples que conocemos casi todos. Se trata del escapismo y la simplicidad. Se trata de cosas genuinas de OB, como el sol, la playa, el agua y la pureza. Y de cosas auténticas para mí como directora, como la nostalgia y lo kitsch.
¿Puedes decir cómo fue el proceso de seleccionar y trabajar con los modelos, los actores, el equipo y los colaboradores para la saga de «Flights of Fantasy»? ¿Y cómo sus talentos únicos contribuyeron al proyecto?
Todos sabemos que una película es un proceso que requiere mucha colaboración. Es curioso cómo se estrechan vínculos en un día de rodaje de 15 horas. Ves lo mejor y lo peor de los seres humanos en un solo día. Un grupo de desconocidos se encuentra en una situación muy estresante con plazos justos. De alguna manera, tiene que trabajar en sintonía para conseguir los mejores resultados. Es la receta para el desastre. Sin embargo, es una verdadera maravilla si funciona.
Me encanta trabajar con personas conocidas en las que confío. Una gran parte del equipo participa desde nuestro primer proyecto de OB: nuestra productora, Nancy Ryan, y el director de fotografía, Carlos Feher. Y, por supuesto, el estilista de OB, Matt Luckcock (la persona más paciente y organizada del set). Esta vez fuimos a Ciudad del Cabo, por lo que muchos miembros del equipo eran de allí y no había rodado nunca con ellos. Tuvimos una gran suerte con nuestro director de arte, James Mader. En pocas palabras, tiene muy buen gusto y sabe cómo hacer que todo vaya bien. Diseñó las alas gigantes para la segunda película del proyecto. También captó instintivamente el estado de ánimo y las emociones de las tramas, así como la estética de OB, por lo que nos ayudó a mejorar mucho las películas.
El casting es un factor determinante. Siempre paso por varios momentos de pánico y dudas cuando se trata de los protagonistas de las películas. Creo que un aspecto importante del casting es que la fotografía y el cine son dos cosas totalmente distintas. Algunos modelos están muy bien en las películas, pero no transmiten nada en las fotos, o viceversa. Para OB, hicimos las dos cosas. En cuanto al casting, casi es mejor analizar cada género por separado.
La mayoría de los artistas eran modelos, no actores. Su dedicación y su buena voluntad para esforzarse y darlo todo eran impresionantes. El público ve dos minutos de un material cinematográfico totalmente pulido, pero no sabe lo que hay detrás: dos largos días fingiendo ahogamientos en la piscina, olas de tres metros dándote en la cara durante veinte tomas seguidas, falsas discusiones a gritos que se improvisan, escenas con alas de madera de 25 kg mientras aparentan que están a gusto, revolcones de cabeza en la arena mojada o partidos de fútbol en la playa durante una ola de calor. Todo esto pasa mientras grito instrucciones absurdas con un marcado acento alemán. Era todo un reto. Todos estaban bien dispuestos, motivados y esforzándose para maximizar los resultados. Eso lo respeto muchísimo.
¿Se adaptaba la ropa a las historias o las historias se adaptaban a la ropa?
Las historias se adaptaban a la ropa. La ropa siempre es lo primero. Nuestras historias solo le daban vida. En los comienzos de mi carrera profesional, trabajé durante cinco años en SHOWstudio, de Nick Knight. Nick creía firmemente que las películas sobre moda debían centrarse en las prendas, ni más ni menos. No cree en la narrativa cinematográfica sobre la moda porque, en su opinión, «la propia ropa es la narrativa».
Uso relatos, diálogos y otros recursos de cine. Son elementos que Nick probablemente no aprobaría dada su visión purista de las películas sobre moda. Aun así, creo que tiene razón. Si haces una película sobre moda, la ropa es lo primero. Todo lo demás no es más que una perspectiva para resaltar la propia trama de la colección.
¿Cuál era tu perspectiva sobre la estética general de la colección en las películas y qué hiciste para que las prendas seleccionadas estuvieran en línea con ella? ¿O fue al revés?
Al combinar cine y moda, lo más importante es que nuestros personajes parezcan auténticos y creíbles, que las prendas que llevan muestren su personalidad y que resulten naturales en cada caso. Detesto que los actores estén demasiado arreglados o «emperifollados». Resulta artificial. De repente, el mundo que creas para la cámara se desmorona y se revela como una gran farsa. Para mantener la ilusión y la fantasía de sumergirse en un mundo diferente, todos los elementos deben encajar de forma armoniosa. Por supuesto, aquí el estilismo es fundamental. Mi trayectoria cinematográfica se centra sobre todo en moda y belleza. Me parece un subgénero peculiar y bonito para trabajar. Es fácil menospreciar la importancia que la «gente de la moda» da a la peluquería y al maquillaje. Oigo constantemente comentarios del tipo «No me puedo creer que un maquillaje lleve dos horas para que no se note». Lo entiendo, pero, a veces, sí que importa. Estos detalles importan. La moda es la forma más antigua de expresión personal. Cuando haces una película para una colección, es muy importante que los personajes, la dirección artística y la trama estén en perfecta armonía con ella.
Si quieres una respuesta más pragmática… Es difícil explicar «cómo» hacerlo. Al fin y al cabo, supongo que somos artistas plásticos. Lo que hacemos se basa en nuestros gustos, experiencias, influencias y en la confianza en nuestros colaboradores, pero no tiene por qué tener «sentido». Muchas de las decisiones que tomamos son instintivas. Es lo que le pasa a Adam. Simplemente, sabe cuándo un personaje está «bien» con la ropa. Suele ser él quien tiene la última palabra para asignar looks específicos a escenas concretas.
¡Los clientes también tienen algo que decir al respecto! ¿Cuál fue el mayor reto para rodar las películas de «Flights of Fantasy» y cómo lo superaste?
En general, el mayor reto de los rodajes es tener que defender y luchar por tu perspectiva mientras confías solo en la imaginación. Es aterrador. Además, nunca puedes expresar todas las dudas porque el director tiene que ser ese líder seguro de sí mismo que lleva el timón del barco. La cuestión es que, cuando se me ocurre un concepto, puede que esté inspirado en otros artistas y obras, pero la mayoría de las veces son solo imágenes en la mente que espero que tengan sentido. Entonces, pones en marcha la maquinaria para que se desarrolle todo. Consigues que todas estas personas increíbles hagan cosas increíbles, que el equipo entero invierta tiempo y el máximo esfuerzo, que los actores graben diálogos que te parecían buenos con imágenes que solo existían en tu imaginación y que cien personas en el set colaboren y se esfuercen para respaldarte a ti y tu alocada perspectiva. Todos se fían de tu palabra, creen que al final todo saldrá bien. Agradezco mucho que los actores me crean cuando les digo: «No te preocupes, sé que ahora mismo parece una estupidez y que debes de sentirte como un idiota por andar así y gritar esa frase rara delante de la cámara con eso en la mano, pero confía en mí: el resultado va a ser fantástico». Y cuanta más gente confía en mí y lo da todo de verdad, más me repito: «¡Mierda!, más vale que esto salga bien». La cuestión es que nunca tienes garantías, ¿a que no? Da más miedo rodar cuanto más nos adentramos en territorios inexplorados, hacemos cosas raras, contamos historias excéntricas o nos olvidamos del típico lenguaje publicitario visual ya consolidado para probar algo nuevo. Porque es arriesgado hacer las cosas de forma distinta. Supongo que, si no lo intentas, no puedes hacer algo que sea único y especial. Hacer todo eso da mucho miedo. El hecho de que todo el equipo, especialmente OB, confíe en mí sin reservas hace que la responsabilidad sea una carga pesada.
Recuerdo una vez que rodamos en la sala de cine de una excéntrica villa de Ciudad del Cabo que, por alguna razón, parecía un bar de karaoke de Singapur. Era un lugar increíble, pero oscuro y algo sórdido. Justo lo contrario de lo que representa Orlebar Brown. También era increíblemente caro rodar allí. La verdad es que ni OB ni la productora querían rodar allí, por lo que ambos sugirieron cortar esa escena específica. En mi imaginación, tenía sentido rodar esas tomas. Iban a incluirse en el montaje justo antes de la llegada del reparto a la isla. El contexto hedonista, oscuro y claustrofóbico de esa lujosa sala de cine contrastaría mucho con el ambiente purista de la isla. Al menos, eso pensé yo. Tengo que decir que tanto OB como Nancy, mi productora, me permitieron rodar esa escena sin inconvenientes ni interferencias. Era la última escena del día y el equipo estaba ya muy cansado. Carlos solo tenía unos 30 minutos para iluminar un espacio enorme. Además, acababa de empezar la restricción de electricidad diaria, lo que significa que todas las luces ambientales de la sala se habían apagado. Tenía a siete actores agotados y solo 20 minutos para rodar con la productora a mi lado. Era la única que estaba convencida de que esa escena quedaría bien. En esos momentos, empiezas a dudar un poco de tu perspectiva. Te sientes un poco culpable porque has luchado por algo que ahora no se hace fácilmente y que, en realidad, nadie quería.
Sin embargo, hicimos la escena y pasó el corte. Me sorprende siempre que todo se arregle en el montaje y muchos aspectos inconexos del rodaje se coordinen y, de alguna manera, «tengan sentido». Sobre los retos, ese momento del rodaje fue cuando me sentí más insegura a lo largo del proyecto.
¿Qué escena o secuencia de la saga de películas crees que plasma mejor la esencia de la colección «Flights of Fantasy» y por qué?
Me encanta la escena en la que el grupo juega al fútbol con un coco en una playa de una isla remota. Para mí, eso resume el espíritu de la colección. Tuvimos poco tiempo para filmar esto porque rodamos en una parte de la playa que iba a cubrirse de agua al subir la marea. El agua ya estaba cerca de los soportes en C y los monitores, así que improvisamos bastante toda la escena: el único atrezo era un coco, la única iluminación venía del sol y no había instrucciones ni para el reparto ni para el operador del steadicam. Eso sí, cuando empezamos a rodar, todo salió de forma tan natural que todos disfrutamos de lo absurdo y la belleza de estar en esa playa impresionante. Los actores jugaban con el coco, se empujaban unos a otros dentro del agua y se partían de risa mientras el resto corría para salvar el equipo de cámara de las olas. Había una despreocupación total por el pelo, el maquillaje y todo eso. El reparto simplemente saltaba por el agua y la ropa de OB se salpicaba con el agua del mar y la arena. Ya no importaba nada. Fue una diversión tan improvisada como auténtica. Salió de forma natural, sin pensarlo. Es raro, pero nos unió más. Todo el mundo decía: «Estamos en esta playa tan espectacular, el reparto no tiene guion, la ropa se moja y, sin embargo, todo sale a la perfección». Creo que los mejores momentos surgen cuando no se preparan. Esa sensación de disfrutar del momento con todos los instantes inesperados de belleza imperfecta es lo que de verdad representa la colección para mí.
¿Qué esperas que recuerden los espectadores después de ver la saga de «Flights of Fantasy» y cómo quieres inspirarlos?
Creo que para nosotros siempre ha sido importante la capacidad transformadora de las películas de OB. Cómo pueden llevarte desde una fiesta en la piscina al estilo del fotógrafo Slim Aarons hasta una isla remota al instante. En nuestras tramas, hay algo deliberadamente romántico, casi kitsch. Están inspiradas en ideales de escapismo más que en la cruda realidad. Esperamos que propicien momentáneamente una mentalidad en la gente para que quieran buscar una playa remota o celebrar una gran fiesta por todo lo alto, ya sea en sentido figurado o simbólico.
¿Han influido tu trayectoria y tu experiencia cinematográfica previa en el trabajo de la saga de «Flights of Fantasy»?
Supongo que aprendes poco a poco de los propios fallos y los crímenes estéticos de los inicios de tu carrera profesional. Tengo que reconocer que hice películas muy malas cuando empecé. Aunque, si no fracasas, es que no te has esforzado lo suficiente para superar los límites, ¿verdad? Al menos, esto es lo que opino yo. Al principio, era muy partidaria de la idea de «arreglarlo en posproducción». Hacía mucho trabajo de posproducción. Manipulaba las imágenes originales para volverlas abstractas y surrealistas. En aquel momento, era mucho mejor montadora que directora. Se notaba en las películas: cortaba mucho, usaba el montaje como recurso estilístico y exploraba casi todos los trucos de la biblioteca de efectos de la aplicación FCP7. En mis películas, era ya delito el abuso del efecto espejo (todo un básico de las películas sobre moda de la década de 2010). En vez de empezar un rodaje con la estructura o la narrativa en mente, planificaba la película desde el montaje e iba hacia atrás para ocultar mis pocas dotes de dirección.
Me llevó años y casi cien películas entender conceptualmente lo que realmente me gusta, lo que creo y cómo comunicarlo mediante el cine. Antes, tenía una técnica que llamaba «montaje accidentado»: cogía un clip y, literalmente, lo cortaba al azar. Después, reorganizaba los fragmentos para crear un montaje entrecortado que saltara de un lado a otro y aportara dinamismo y energía. Cuando empecé a reflexionar más sobre la estructura y el desarrollo cinematográfico de mis propias películas, tuve que adaptar muchísimo mi planteamiento del montaje. Me impuse la norma de no cortar, a no ser que fuera algo necesario. ¿Cómo mejora la película este corte? ¿Necesito cortar o solo lo hago para ocultar el hecho de que mi material no vale ni atrae el interés del público sin un montaje fragmentado?
Al principio, este nuevo planteamiento dio lugar a una serie de películas aburridas. Después, hizo que mejorara y meditara en serio sobre mi sentido de la narración. Dejé de hacer tanta labor de posproducción para trabajar con un estilo más natural e íntimo. Empecé a trabajar la narrativa y el diálogo, así como a usar los elementos que convierten el cine en algo único y distinto de la fotografía. Me cuestioné cada decisión que tomaba como directora. ¿Esta idea es original? ¿Mi casting representa las cosas como las veo yo? ¿Esto tiene sentido? ¿Qué quiero decir? ¿En qué mundo queremos adentrar al público?
¿Hubo determinadas referencias culturales o históricas que inspiraran las prendas de la colección y los colores de las películas?
Uso mucho lo que la gente llama «referencias vintage». Sobre todo, para el estilismo, la peluquería, el maquillaje, la composición y la iluminación. También me encanta incluir la nostalgia y lo kitsch en el trabajo, que es asimismo un recurso estilístico bastante retro, me parece a mí. Me gusta mucho el estilo teatral de los actores de los años cincuenta y sesenta, el sentido dramático. Aunque ahora se consideren anticuadas, creo que la inocencia de las cosas que no han resistido el paso del tiempo tiene un gran atractivo. Por ejemplo, los estampados antiguos que estaban de moda en determinado momento, pero que hoy se ven completamente desfasados; los zooms largos; la representación de la feminidad y la masculinidad, que podía ser ingenua o perjudicial, según el caso; las bandas sonoras superdescriptivas y bien sincronizadas; el trabajo con estereotipos y temas repetitivos, o el pelo engominado y brillante. Todas estas cosas reaparecen continuamente en mi trabajo. La clave es partir de esas referencias culturales y adaptarlas o modernizarlas. Así se crea un lenguaje visual único que resulta relevante en la actualidad, más que una copia barata del pasado. Me encanta el cine de los años sesenta y setenta. Sin embargo, si pusiera referencias demasiado literales, saldría mal. No puedo competir con directores como Godard o Hitchcock. Nadie puede. Esa época ya ha pasado. Y ellos lo hicieron a la perfección. La gente cree que lo más fácil es copiar, pero no es así. Si copias demasiado, solo creas un drama de época que resulta ridículo. Créeme, lo he intentado. Es mucho más fácil crear algo personal con esas referencias, porque así evitas las comparaciones directas con lo mejor de lo mejor. Y acabas haciendo algo original.
Las películas A pleno sol y su reinterpretación moderna, El talento de Mr. Ripley, han sido una referencia desde nuestra última colaboración con OB. En cuanto vi los estampados «Flights of Fantasy», Slim Aarons también se volvió una gran referencia. Esos estampados y colores recuerdan mucho el estilo de Slim Aarons por la sensación de lujo despreocupado, la dedicación sin reservas al verano, al ocio y a la fiesta, la vitalidad y la libertad.
¿Cómo influyó la selección de estampados o materiales, como el lino, en el tono y el ambiente generales de las películas? En concreto, en cuanto a evocar una sensación de verano, indulgencia y libertad.
Si consideras las películas sobre moda un género que empieza con la propia ropa y que después se centra en ella para desarrollar el concepto, esto implica que las prendas y, por supuesto, los estampados y los materiales son el catalizador de casi todas las decisiones creativas del rodaje. De alguna manera, eso pasó aquí también. Para empezar, solo teníamos el nombre de la colección y fotos de la ropa. «Flights of Fantasy» es como una guía resumen. Hace que pienses inmediatamente en determinadas imágenes. Más tarde, vienen los estampados fantásticos, las combinaciones de colores, la costura, las texturas y los cortes. Todo eso te permite tomar decisiones y empiezas a crear un universo gradualmente. ¿Qué personaje llevaría este estampado? ¿Qué tipo de hombre elegiría este traje de lino? ¿Cómo sería este hombre? ¿Cómo se peinaría? ¿Dónde viviría? ¿Qué le interesaría? ¿Cuáles serían sus aspiraciones y sueños? Cuanto más se desarrolla un personaje en torno a la ropa, más progresa la trama. Antes de que te des cuenta, tienes un personaje redondo en la imaginación que vive en una villa al lado del mar y sueña con crear un artefacto volador. Parece absurdo, pero puedes seguir directamente esta ficción hasta la propia colección y los más mínimos detalles de diseño.
Ahora que ya has terminado todas las películas de «Flights of Fantasy», ¿te parece que hay algún conjunto o prenda en particular que ilustre mejor el espíritu de la saga? Si es así, ¿cuál?
Sería el estampado «Flights of Fantasy» original de las camisas, los bañadores e, incluso, los hinchables. Es el estampado más característico e impresionante de la colección. Resume todo el ambiente fantástico y paradisíaco de las películas. Fue determinante para elegir la villa excéntrica y la piscina donde rodamos. Inspiró toda la estética de Slim Aarons.
Personalmente, mi preferido es el estampado más abstracto en azul y blanco que lleva el héroe de la segunda película en la piscina. Los colores y las formas del conjunto se combinaban tan bien que él apenas se distinguía en el agua.
Terminamos con una serie de cinco preguntas cortas para contestar con una palabra:
¿Mar o piscina?
¡Mar!
¿Hotel o villa?
Depende de la villa, pero elijo villa.
¿Calor o frío?
¡Qué pregunta! Calor, por supuesto.
¿Fiesta o cena?
Todavía puedo ir de fiesta unos años.
¿Adrenalina o meditación?
Adrenalina, aunque lo más probable es que me haga mucha falta meditar.